De Ross Pesek

El abogado de la pradera se encontraba derrotado, sentado en una banca de madera en las majestuosas salas de un tribunal del condado en una región que la mayoría simplemente pasa de largo. El abogado de la pradera presentía en el aire que se acercaba una decisión que causaría dolor y miseria. El abogado de la pradera se lamentaba desde el corazón: “Nunca puedo conseguir justicia en el tribunal y estoy cansado de intentarlo. Ya no acudiré al llamado de lucha. ¡Me rindo!”.

Justo en ese momento, una brisa sopló a través del tribunal. Era un encantador día de primavera, las ventanas estaban abiertas y la brisa arrastraba una ráfaga llena de un aroma de dulces lilas primaverales. El abogado de la pradera inhaló hondamente, cerró los ojos y se concentró profundamente. Comenzó a reflexionar…

¿Por qué se me convoca, una y otra vez, a entablar una batalla legal tras otra?

Mediante palabras y acciones que parecen incongruentes, la enseñanza del Derecho ha desconcertado mi mente.

¿Qué debo hacer para lograr la mejor línea de acción?

En ese momento, el abogado de la pradera oyó una voz nítida y contundente que surgía de su interior. En aquella banca fuera de la sala, la voz pronunció lo siguiente:

Has elegido el camino de la acción.

El abogado de la pradera no se libera de realizar una acción si la evita y, si renuncia, tampoco puede alcanzar su objetivo de lograr la mejor línea de acción, una acción dorada.

Nadie, ni siquiera por un instante, puede existir sin actuar. Todos los abogados de la pradera se ven obligados por naturaleza a actuar, aunque no lo deseen.

El abogado de la pradera que controla sus acciones, pero permite que su mente se centre en las recompensas mundanas se engaña a sí mismo y frustra, así, su búsqueda de la verdad.

Pero aquel que se entregue a la acción dorada es quien puede controlar sus sentidos y actúa sin apegarse a los resultados. Aquel abogado de la pradera que se entregue a la acción dorada rendirá frutos dorados.

El gobierno entero se convierte en un esclavo de su propia acción, pero el abogado de la pradera que desee verdaderamente ser libre llevará a cabo acciones doradas al servicio de su prójimo.

Así lo muestra el Sembrador Dorado, que yace en la punta del capitolio del estado de Nebraska: las acciones doradas cosecharán granos dorados y nuestros deseos se harán realidad.

A través de las acciones de servicio doradas, nutrimos a nuestros prójimos y estos a su vez nos nutren; al nutrirnos unos a otros, aseguramos el bienestar de todos.

Alimentado con acciones y cosechas doradas, el abogado de la pradera recibirá todo lo que desea. Por el contrario, el abogado de la pradera que acepte la siega dorada sin volver a sembrar es un ladrón.

Los abogados de bien se liberan de sus errores cuando comen alimentos ganados a través del servicio al prójimo, pero los malvados devoran su propia maldad cuando preparan sus alimentos.

Sin preocuparse por los resultados, el abogado de la pradera ejecuta la acción necesaria y cede todos los apegos para llevar a cabo acciones doradas y obtener su recompensa final.

Otra ráfaga de viento sopló, repleta de nuevo con el aroma primaveral de las lilas. El abogado de la pradera abrió los ojos, recogió sus papeles, se levantó y salió con tranquilidad por la puerta. Estaba decidido a volver a la batalla al día siguiente y a hacer todo nuevamente.