El Abogado de la Pradera – El Templo de la Justicia
En la solemne atmósfera del Palacio de Justicia del Condado de Woodbury, bajo la suave iluminación del impresionante techo abovedado de vitrales, el Abogado de la Pradera se enfrentó a un panel de jurados. Era un momento de verdad, el comienzo de la Voir Dire, donde se indagarían hábilmente las creencias de los posibles jurados sobre la justicia civil.
«¿Cree usted en la justicia civil? Es decir, en evaluar el daño causado por la negligencia y asignarle un valor monetario», preguntó el Abogado de la Pradera, abriendo la puerta para que los jurados expresaran sus pensamientos honestos.
La respuesta de un jurado cortó el silencio que permanecía: «No creo en la justicia civil. Si alguien matara negligentemente a mis seres queridos, preferiría ir a su casa y aplicar la justicia callejera yo mismo». La declaración, cruda y directa, quedó flotando en el aire como un desafío a los mismos cimientos del palacio de justicia.
Otro miembro del panel intervino, con escepticismo grabado en su voz: «¿No es esto solo un intento de sacar dinero?».
«No quiero hacer daño al acusado. Nunca podrán pagar un veredicto grande y no quiero arruinarlos financieramente», admitió otro, con una evidente reticencia, mostrando la complejidad de las emociones humanas que los procesos legales evocan.
«Esto solo hará que los abogados se enriquezcan, nada más», añadió otro jurado, expresando una crítica común con una mezcla de resignación, sospecha y un toque de disgusto.
A pesar de la oleada de escepticismo, el Abogado de la Pradera permaneció tranquilo, entendiendo que estas reacciones iniciales no eran rechazos a la justicia civil, sino reflejos de pensamientos no explorados sobre el tema. De hecho, el Abogado de la Pradera sabía antes de hacer la pregunta que estas eran las respuestas que recibiría de cualquier panel de jurados. Aun así, el Abogado de la Pradera continuó, permitiendo que estos pensamientos fueran expresados y fomentando una discusión sin ningún temor.
Más tarde, en el ambiente más tranquilo y menos imponente del pasillo del palacio de justicia, el joven abogado asociado expresó sus preocupaciones. “¿Fue una buena pregunta? Al escuchar al panel, estoy preocupado. ¿Rechazan la idea misma de la justicia civil? ¿Existe tal cosa como un jurado justo y neutral? ¡Y todos lo escucharon, si antes eran neutrales, no lo serán después de escuchar todo eso! No escuché a una sola persona decir que está de acuerdo con la justicia civil. ¿Realmente crees que podemos ganar?”.
El Abogado de la Pradera, siempre un faro de seguridad abordó las preocupaciones del asociado con una sabiduría que parecía surgir de las mismas paredes del palacio de justicia. «Es comprensible que se sientan así. Lo más probable es que nunca hayan pensado en la justicia civil antes de hoy. Pero recuerda, este palacio de justicia, este ‘templo de la justicia’, tiene un poder transformador.
“Los jurados se sentarán durante días en este espacio sagrado, rodeados por los símbolos de la justicia. Los jurados escucharán a los testigos, evaluarán las pruebas y participarán en los rituales del tribunal. Serán expuestos a las reglas y leyes que conducen a la justicia civil y se les ordenará seguirlas. Es un proceso que eleva la conversación de la retribución individual a la responsabilidad colectiva”, continuó el Abogado, con su voz impregnada de la confianza nacida de presenciar la transformación muchas veces.
“Las instrucciones al jurado, en particular, son como una brújula que apunta hacia la justicia. Son más que simples pautas; son una destilación de nuestra sabiduría colectiva sobre cómo corregir los errores de manera justa y equitativa.”
El asociado escuchaba, las palabras del Abogado de la Pradera lentamente disolvían su temor, reemplazándolo con un creciente sentido de esperanza.
El Abogado continuó, “Al final del juicio, después de que hayan estado inmersos en todo el proceso, creo que verán la mayor posibilidad de la justicia civil. Se trata de transformar el dolor y el sufrimiento a través del reconocimiento y la acción. La justicia civil es el camino medio, más elevado, entre hacer la vista gorda y no hacer nada o buscar una retribución de ojo por ojo. Es el camino hacia la verdadera justicia”.
La fe del Abogado en el sistema, en la capacidad de los jurados para comprender y abrazar los principios de la justicia civil, ofreció una nueva perspectiva. “La sala del tribunal no es solo un lugar de batallas legales; es donde la comprensión se profundiza, las perspectivas cambian y se realizan los ideales más elevados de la justicia”. El Abogado continuó, “Es nuestro trabajo ayudar a que esto suceda. Es nuestro trabajo permitir que el poder de la justicia civil trabaje sobre las mentes y los espíritus de nuestros vecinos. Es nuestro trabajo guiarlos hacia la justicia civil.”
Al final del día, después de que se hubiera seleccionado al jurado, el joven asociado sintió una nueva esperanza, inspirado por la creencia del Abogado de la Pradera en el poder de la sala del tribunal para educar, iluminar y, en última instancia, impartir justicia. Fue un recordatorio de que la búsqueda de la justicia civil era una empresa noble, que buscaba no solo compensar, sino restaurar y sanar, guiada por la sabiduría incrustada en el mismo tejido de la ley y el espacio sagrado de la sala del tribunal.
