
El Abogado de la Pradera – La Montaña
No más ladrones, creo en la bondad del corazón;
Su retorno, que arda, que sepan quiénes somos;
Una tribu antigua del cielo, el redentor de los hombres;
Suenen la canción, el mal se ha ido, no hay necesidad de defender.
Trevor Hall – The Mountain
El Abogado de la Pradera, que normalmente disfrutaba de las exuberantes colinas de la pradera en las orillas del río Missouri, emprendió un viaje que lo llevó hacia el oeste, hacia las cabeceras del río en las montañas. Esta aventura no nació de un capricho, sino que fue una peregrinación para ganar sabiduría, pulir habilidades existentes y alcanzar nuevas alturas en la búsqueda de la justicia civil en los juicios con jurado. Las montañas, conocidas por su imponente fuerza y tranquilidad, reflejaban la búsqueda del abogado para desbloquear su máximo potencial. Buscaba comunicarse con una tribu de espíritus afines, buscadores de justicia, que compartieran la misma dedicación a su vocación.
En el silencio de una fresca noche de montaña, el Abogado de la Pradera se sentó junto al fuego, cuyas chispas y llamas empujaban la oscuridad. Arriba, las estrellas brillaban como antiguos ojos de justicia, mientras que abajo, las nubes rodaban hacia el valle, trayendo consigo una sensación de quietud serena. Al otro lado del fuego, se sentaba un abogado de juicio con credenciales incomparables, renombrado por su sabiduría y su historial de éxitos. El resplandor de las llamas danzaba en sus ojos mientras entablaban una conversación reflexiva.
El Abogado de la Pradera comenzó, con un toque de frustración en su tono. “Me irritan las tácticas a las que recurren nuestros oponentes. No se trata solo de ganar, hay una línea que cruzan con demasiada frecuencia. Es exasperante a veces. ¿No se dan cuenta de que están obligados, por la ley, a pagar una compensación justa a las víctimas de negligencia? ¿Que cada momento, cada día, cada semana, mes y año que retrasan, niegan y defienden, prolongan innecesariamente el sufrimiento de seres humanos extremadamente vulnerables?”
Escuchando en silencio, el abogado experimentado reconoció la ira, el desdén y la frustración nublando la mente del Abogado de la Pradera. Respondió, su voz calmada contra los susurros del viento de la montaña. “Recuerda, amigo mío, que la naturaleza de nuestra profesión es adversarial. Sin embargo, es importante mantener la amabilidad. Sí, incluso hacia nuestros oponentes que recurren a tácticas oscuras. Quizás, especialmente para estos enemigos.”